«Pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que diría todo de algodón, que no lleva huesos». Así describía Juan Ramón Jiménez al querido Platero, que se acercaba a él «con un trotecillo alegre, que parece que ríe». Muy diferente del rucio que manejaba Sancho Panza, compañero (sin nombre) de aventuras. Con palabras parecidas describen los defensores del burro a los animales que protegen pero, lejos de la poética, si algo define a los asnos es su rusticidad. Inteligentes, capaces de adaptarse a cualquier entorno, especialmente cariñosos con el ser humano y muy fáciles de mantener.
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(Fotos: Pablo Lorente)